Celia Álvarez Muñoz: Arte, vida y eternidad

by Jessica Fuentes May 22, 2024

Editor’s note: This article is also published in English on Glasstire. Find that here.

Nota del editor: Este artículo se publicó originalmente en inglés en Glasstire el 20 de abril del 2024.

Traducción de Yolanda Fauvet y Paulina H. Marroquín.

Durante años he conocido bien la obra de Celia Álvarez y he sentido una afinidad con ella como latina, como artista que también es madre, como creativa que trabaja con un medio que utiliza lentes y como escritora. Así que es agridulce que, aunque he estado en la escena del arte del Norte de Texas durante más de dos décadas, apenas conocí a Muñoz el mes pasado, y en San Antonio, a pesar de que vivimos a más o menos veinte minutos de distancia.

A finales de marzo visité la ciudad como parte de una serie de viajes para asistir a eventos y aprender sobre las organizaciones de arte lideradas por latinos. Aunque no pude asistir a la inauguración de Los Brillantes en Ruby City, una exposición que presenta dieciocho fotografías de Muñoz que fueron adquiridas por la institución en el 2023, sí tuve la oportunidad de reunirme con Muñoz y charlar sobre su vida y arte. Hablamos durante más de una hora y al final ella sugirió que me diera una vuelta por su estudio de Arlington la siguiente semana. Así que, una vez que estuvimos de regreso en el Norte de Texas, organizamos una segunda visita.

Una mujer mayor de cabello chino corto y lentes redondos está sentada en mitad de una galería de paredes blancas y sonríe a la cámara.

Celia Álvarez Muñoz en Ruby City, 2024.

Inicialmente quería saber más sobre su proyecto de retratos del 2002 titulado Semejantes Personajes/Significant Personages, que documentó a artistas latinos que en aquel entonces trabajaban en San Antonio. Aunque en la exposición en Ruby City se mostraron dieciocho de esas piezas, el total de la serie engloba cuarenta y una imágenes y el resto de ellas se encuentra en el estudio de Muñoz. Pasar tiempo con Muñoz se sintió como platicar entre familia: cómodo, cariñoso y circular. Nuestra conversación fue como una espiral; a menudo revisitábamos temas similares (familia, educación, inspiración), pero con nuevas perspectivas y dentro de diferentes contextos. Sería imposible recrear la sensación de esa plática aquí, así que en su lugar este texto seguirá un camino principalmente lineal.

Muñoz nació en 1937 en El Paso, Texas. Su familia se mudó a la ciudad un puñado de veces cuando era pequeña y eventualmente, a los diez años, regresaron a vivir a una propiedad de sus abuelos que estaba a unas cuantas cuadras de la frontera entre México y Estados Unidos. Cuando Muñoz era niña era una ávida lectora, pasaba horas en la biblioteca y siempre hubo libros en su casa. Ella cuenta que “Mi tía pertenecía a un club de libro del mes… [y mi] mamá se iba por los libros que salían en películas… [leer] simplemente ha sido parte de mi esencia”.

Dice Muñoz que su interés por la combinación de imágenes y texto se remonta a su niñez cuando disfrutaba leer y copiar cómics. Recuerda que cuando su familia regresó a vivir a esa casa, tan cerca de Ciudad Juárez, a menudo compraban el cómic Pepín, una serie publicada en la Ciudad de México de 1936 a 1954. En su juventud, también pasaba tiempo dibujando y haciendo álbumes de recortes con textos e imágenes. Me contó: “Mucha de mi mesada se iba a material para dibujar. Me encantaba ir a la papelería y escoger materiales de arte y luego dibujar y dibujar y dibujar”.

La influencia de su familia fue igual de importante, así como las historias que contaban y el idioma español. En varias ocasiones a lo largo de las tres horas que charlamos, Muñoz señaló la poesía del español y cómo crecer con su esencia juguetona formó la manera en la que aborda los textos en su arte. Ha dicho que fue criada en una familia de narradores y señaló específicamente a un primo que era pachuco y tocaba la guitarra. En reuniones con familia o amigos, él y otros tocaban canciones sobre parientes, siempre tomándoles un poco el pelo. Muñoz lo comparaba con la misma sensibilidad que se encuentra en la manera en la que los hablantes de español a menudo se ponen apodos. Habló de cuando, al ver viejos álbumes familiares, preguntamos por qué alguien tiene cierto apodo. “Yo preguntaba ‘¿por qué le dicen el Cepi?’, y me contestaban ‘porque tenía un bigote como un cepillo’”, recordó risueña. “[Es que es] tan divertido, el sabor, el color que tiene. Así que simplemente me llevé todo ese bagaje conmigo, mi bolsa de experiencias, y sacaba cosas de ahí”.

Aunque no se especializó en Escritura o Lengua, Muñoz descubrió que escribir se le daba naturalmente. En el bachillerato, escribió para el periódico escolar y, aunque nunca escribió profesionalmente de forma tradicional, lo textual continuó apareciendo a lo largo de su carrera, como cuando trabajó para una agencia de publicidad. También estuvo presente todo el tiempo en la manera en la que abordaba los títulos de sus obras.

Tras el bachillerato, durante un corto periodo Muñoz realizó trabajo de oficina en la Popular Dry Goods Company. Aunque tuvo el deseo de ir a la universidad para estudiar ilustración, no tenía el dinero para hacerlo. Acudió con un sacerdote local, el padre Rahm, quien estaba trabajando para apoyar a la comunidad y servir de mentor para los jóvenes. Él le escribió una carta de recomendación para que fuera considerada para una oportunidad de beca a través de la Peyton Foundation, la rama sin fines de lucro de la Peyton Packing Company de El Paso. En aquel tiempo, la fundación ofrecía becas para oficios y Muñoz se convirtió en la primera en recibir de ellos una beca de cuatro años y asistió al Texas Western College (ahora la University of Texas en El Paso).

Las clases que ella tomó en ese entonces eran impartidas por directores de agencias de arte locales en lugar de profesores tradicionales. Al año de haber ingresado al programa, abandonó la universidad para dedicarse a una oportunidad laboral. Howard Zinn, profesor y director de la Zinn Advertising Agency, le sugirió que solicitara un puesto como ilustradora de moda en la White House Department Store. Aunque al final Muñoz regresaría a estudiar tras tener ese empleo durante una temporada, esa experiencia ayudó a dar forma a su camino. En la tienda departamental trabajó con un equipo pequeño, a menudo de manera directa con un escritor de material publicitario. Muñoz compartió: “Entonces, [el escritor] comenzó a dejarme inyectar encabezados… Había un atuendo y el texto decía algo como spice [picante]… Entonces yo lo tomé e intenté algo. Yo dije ‘Sugar and Spice? Qué nice!’ [¿Dulce y picante? ¡Qué elegante!]. Esa fue la primera vez que habían utilizado español [en sus anuncios]. Funciona, ¿sabes?, así hablamos”.

Después de más o menos un semestre de trabajar en la agencia, Muñoz se sintió inspirada para regresar a la escuela. Al ser una persona muy competitiva, cuando se dio cuenta de que para escalar en su carrera necesitaba terminar sus estudios, hizo el cambio. Finalmente, terminó su carrera en 1964 y comenzó a enseñar en salones de clases. Se casó con su pareja de muchos años, Andy Muñoz, al año siguiente. A mediados y finales de la década de 1960, los Muñoz viajaron debido al trabajo de Andy como ingeniero geotécnico en la Administración Federal de Carreteras. Pasaron temporadas en Albany, Nueva York; Washington, D.C, y Portland, Oregón. En 1968 y 1970, cuando estuvo embarazada, regresó temporalmente a El Paso para estar con su familia y tener un sistema de apoyo más grande. Con los niños pequeños y tras la muerte de su abuela, Muñoz decidió regresar a vivir a El Paso en 1971. Explicó: “Esa fuerza de atracción a la familia siempre está ahí, por eso regresamos a Texas”.

En 1977, Muñoz y su familia dejaron El Paso y se mudaron al área de Dallas/Fort Worth para que pudiera obtener un título de posgrado de la North Texas State University (ahora llamada la University of North Texas, UNT). Tenía cuarenta años y sus hijos nueve y siete cuando comenzó el programa. Muñoz anticipó que sería un desafío, pero estaba lista. Explicó: “Tenía hambre de información y todavía quería más”.

Un cajón de madera clara parecido a un archivero contiene siete imágenes enmarcadas que parecen haberse resbalado de él. Las imágenes que podemos ver son las de una manzana en diferentes etapas de ser comida.

Celia Álvarez Muñoz, “Ave Maria Purisima! Enlightenment #8” [¡Ave María Purísima! Iluminación #8], 1983, caja de madera de fresno, siete marcos, técnica mixta, 14 x 38.1 x 27.3 cm © Celia Álvarez Muñoz.

La UNT hizo algunas cosas por Muñoz. Primero, estudió con Vernon Fisher, un artista que algunos estudiantes consideraban brusco, pero que trabajaba con instalaciones y textos de maneras que atraían a Muñoz. Fisher quedó impresionado con su trabajo desde el principio. Con una sonrisa de confianza en sí misma me contó: “Le mostré mi primer libro y fue de lo más halagador, simplemente lo sostuvo entre sus manos y dijo ‘¿Cuánto quieres por él?. Le contesté, ‘Hagamos un trueque’”. Intercambiaron obras y Fisher continuó alentando y apoyando a Muñoz durante su paso por la UNT.

En segundo lugar, aunque había jugado con cámaras antes, fue en la UNT donde tomó sus primeras clases de fotografía. De niña, Muñoz usaba la cámara Brownie de su familia para documentar sus vidas cotidianas y eventos. Su padre sirvió en la Segunda Guerra Mundial y, cuando regresó a El Paso, trajo consigo una cámara de fuelle alemana. Así como los libros y la lectura siempre estuvieron en su hogar, su familia, especialmente del lado paterno, tomaba muchas fotografías de ellos mismos. Su primo, Oscar R. Castillo, es un fotógrafo en California y es conocido por documentar comunidades chicanas en Los Ángeles y el Sur de Texas. Él se interesó por la fotografía cuando servía como infante de la Marina estacionado en Japón durante la Guerra de Vietnam. Muñoz vio las fotografías que su primo enviaba a casa y le mandó dinero para que le enviara a ella el mismo tipo de cámara. Esa cámara Petri fue la que comenzó a utilizar en la UNT.

Durante su estancia en el posgrado experimentó con otras cámaras, pero eventualmente decidió emplear principalmente cámaras con formato 4×5 en su práctica basada en los lentes. Una de las razones por las que Muñoz se sintió atraída por la fotografía fue la velocidad con la que podía capturar imágenes y producir obras. Ella señaló: “Era mamá… tenía que ir a prácticas de fútbol soccer, clases de danza y todas esas cosas. [El grabado] era demasiado lento, así que la cámara aceleraba todo el proceso”.

Otra influencia duradera de la UNT fueron sus compañeros. A través del programa conoció a John Hernandez, el escultor de San Antonio que se inspira en la cultura pop. Hernandez encaminó a Muñoz para que se familiarizara con San Antonio y la escena artística del lugar. Aunque siempre sintió curiosidad por San Antonio, porque sabía que su abuelo estaba enterrado ahí y su tía visitaba la ciudad a menudo y regresaba con fotografías para mostrárselas a la familia, Muñoz no viajó a la ciudad hasta que Hernandez lo sugirió. Cuando estaba en el posgrado, su interés en la ciudad ya tenía muchas facetas: tenía una conexión familiar; Hernandez era de ahí; Mel Casas, otro nativo de El Paso que asistió al Texas Western College, ahora vivía ahí, y había un enfoque social en el multiculturalismo, lo que despertó el interés de Muñoz por conocer más sobre otros artistas latinos.

Muñoz se recibió de la UNT en 1984. Después de graduarse, impartió clases como profesora adjunta en la University of Texas en Arlington (UTA) y de tiempo completo en el Bauder Fashion College. A principios de su carrera, realizó exposiciones de sus libros e instalaciones en el San Angelo Museum of Fine Arts (1987) y el Tyler Museum of Art (1988). Pero le atribuye a Jim Poveroy, artista de performance y profesor de la UTA, haberle ayudado a obtener su primera exposición en California: “Me vio desarrollar esa instalación, Rompiendo la liga… llamó a alguien en San Francisco en [New Langton Arts, un] espacio alternativo, y luego me buscó y me dijo ‘Llama a Renny [Pritikin], llámalo’. Renny estaba muy abierto al trabajo y me dio mi primera muestra en San Francisco y después me dio otra en el Yerba Buena Center for the Arts”.

A lo largo de su carrera, Muñoz ha expuesto en instituciones importantes de Texas y otros lugares, entre ellos el Project Row Houses en Houston; la Sala Diaz en San Antonio; el Mexic-Arte Museum en Austin; el Bath House Cultural Center en Dallas; el National Museum of Women in the Arts en Washington, D.C.; el Museum of Contemporary Art San Diego; el Cheech Marin Center en Riverside, California; el Museo Tamayo en la Ciudad de México, y muchos más. Ha recibido docenas de premios, como el Texas State 2D Artist de la Texas Commission on the Arts (2022); una Latinx Artist Fellowship de la Andrew W. Mellon Foundation y la Ford Foundation (2021), y el Lifetime Achievement Award en artes visuales de la Art League Houston (2020).

En el 2000, casi dos décadas después de graduarse de la UNT y bien entrada su prestigiosa carrera, Muñoz conoció la cámara Holga, una cámara económica de formato medio que surgió por primera vez en 1982. Fue elegida para documentar un programa de residencia en Alemania como parte de un proyecto de arte público que celebraba los cincuenta años de la relación de ciudades hermanas entre la ciudad que era ahora su hogar, Arlington, Texas, y Bad Königshofen, una pequeña ciudad en Alemania.

Le pregunté a Muñoz qué le atraía de la Holga y me explicó: “Me gusta simplemente permitirle hacer lo que hizo… [ser] extraña como es. De cierta manera la controlas y de cierta manera no, y me gusta ese elemento sorpresa”.

En la esquina de una habitación de paredes claras están colgados frente a frente dos retratos formados por fotografías superpuestas.

Celia Álvarez Muñoz, “Los Brillantes” en Ruby City, 2024.

Dos años más tarde, utilizó esta cámara para capturar imágenes dinámicas de cuarenta y un artistas latinos radicados en San Antonio. Las fotografías son un archivo, una cápsula del tiempo de la comunidad artística del 2002. De las personas que documentó algunas han muerto (Mel Casas, Chuck Ramirez y Alex de León), algunas siguen siendo partes activas importantes de la escena artística local (Cruz Ortiz, Ethel Shipton, Terry Ybanez y Jesse Amado) y otros se han ido de San Antonio (Vincent Valdez) o del mundo del arte para perseguir otros objetivos. Su serie debutó como parte del FOTOSEPTIEMBRE USA International Photography Festival y fue expuesta en Blue Star Contemporary (espacio ahora llamado The Contemporary at Blue Star).

Frente a un retrato formado por fotografías superpuestas, posa sonriente una mujer de tez clara con anteojos y cabello corto y cano.

Ethel Shipton de pie junto a un retrato de ella realizado por Celia Álvarez Muñoz

En la pared de una galería de paredes claras cuelga una gran pintura de una casa estilo bungaló. A su izquierda cuelga un pergamino con un texto que no se alcanza a leer. Frente ambas obras y con cierta distancia entre ellos, cuelgan letreros con nombres como los que se encuentran en los cruces de dos calles.

Celia Álvarez Muñoz en Ruby City, 2024

En ambos extremos de la galería de Ruby City, donde las obras estarán expuestas hasta el 19 de enero del 2025, entre los retratos se encuentran piezas de otros dos conjuntos de obras. En un extremo, ejemplos de su serie de 1987-1988 Postales (una pintura con aerógrafo de una casa, un pergamino con un texto y letreros de calles suspendidos) incorporan elementos de un vecindario de San Antonio. Al otro lado de la galería, una imagen ampliada de una guardería estelar llamada 30 Doradus, capturada por el Telescopio Espacial James Webb de la Nasa en el 2022, tiene escrito encima un poema de Muñoz en español e inglés. El Telescopio Webb fue revolucionario pues marcó una importante mejora en la fotografía espacial. Acerca de la elección de las fotografías de la NASA para esta pieza, Muñoz dijo: “Quería esa imagen porque ellos son estelares… pienso en todos esos artistas como estrellas”.

En la pared de una galería de paredes claras cuelga una gran imagen del espacio con un texto superpuesto y a cada costado un retrato formado por fotografías superpuestas.

Celia Álvarez Muñoz en Ruby City, 2024

Una de las primeras preguntas que le hice a Muñoz cuando nos sentamos a conversar en Ruby City fue “¿por qué San Antonio?”. Me refería específicamente a la serie Semejantes Personajes/Significant Personages, pero también lo preguntaba de una manera más amplia porque parece que a lo largo de su carrera a menudo regresaba a la ciudad. Y con su forma de ser característica, contestó mi pregunta con otra pregunta: “¿Pero qué no sientes que perteneces a San Antonio cuando vienes?”. Y sí, eso siento. Estuvimos de acuerdo en que tal vez debido a su fuerte comunidad latina, junto con esa comunidad artística entrelazada, se siente como un lugar al que fácilmente podemos llamar hogar. En San Antonio, Muñoz tiene tres obras de arte públicas, ha tenido al menos cuatro exposiciones individuales, ha sido parte de al menos once exposiciones grupales y ha encontrado una abundancia de apoyo.

Una mujer mayor de tez apiñonada, cabello chino corto, lentes redondos y visera verde sostiene entre sus manos cubiertas por guantes blancos un retrato formado por fotografías superpuestas.

Celia Álvarez Muñoz en su estudio, 2024.

Después de la exposición de Semejantes Personajes/Significant Personages en el 2002, Henry Estrada, quien ahora trabaja para Public Art San Antonio pero en aquel entonces era el director de exposiciones y programación del Centro Latino del Instituto Smithsoniano, nominó a Muñoz para un proyecto de retratos titulado OJOS – Nuestros caminos/Nuestras historias: Retratos del logro latino. En él, Muñoz fue una de tres fotógrafos latinos elegidos para documentar historias inspiradoras de latinos que han hecho contribuciones a la sociedad. La exposición estuvo de gira del 2004 al 2009 por Estados Unidos y San Juan, Puerto Rico.

Cuando visité a Muñoz en su estudio, hizo café y me trajo un pequeño plato de galletas de las Girl Scouts. De nuevo, me sentí en una casa familiar y no pude evitar pensar en mis parientes mayores, mi abuela y sus hermanos, pero particularmente en mi tío abuelo, quien tiene más o menos la edad de Muñoz. Pensé en sus décadas de trabajo y me pregunté cómo se ha manifestado el envejecimiento en su práctica, si es que lo ha hecho. Su primera respuesta fue “Para nada”, pero rápidamente se retractó y mencionó su exposición A Toda Madre y Padre, que se llevó a cabo en el Latino Cultural Center en Dallas. El título es un juego de palabras con la frase popular a toda madre, cuyo significado Muñoz describe como “fantástico… lo mejor”. La muestra trataba principalmente la maternidad, pero también incluyó una pieza sobre su padre. Describió la obra como una figura con brazos como los de Shiva y con tatuajes. Una historia sobre su padre acompañaba la pieza. Contaba la historia de unos nietos que preguntaban a su abuelo si tenía tatuajes. Muñoz compartió: “Y entonces él se arremanga de un lado y los niños ven una gran mancha azul o negra. [Preguntan], ‘¿qué es eso?’, y él les contesta, ‘es una rosa y un pergamino con la palabra madre’”. Entonces, con una risita, me dijo: “La última oración de la historia dice ‘Cada niño estiró una parte de su piel y ni siquiera así pudieron distinguir qué era’”.

Su historia me hizo reflexionar sobre mis propios abuelos, el tatuaje de ancla distorsionado de mi abuelo y la reciente muerte de mi abuela. Su fallecimiento fue la primera vez que contemplé que, aunque me había conocido toda mi vida, yo sólo la conocí durante menos de la mitad de la suya. Le mencioné este pensamiento a Muñoz y me respondió: “Lo que también me llama la atención sobre la relación entre abuelos [y nietos]… tengo sólo un nieto… es que nunca podrás verlos viejos. Te preguntas cómo será [su vida], pero nunca lo sabrás”.

Muñoz me dijo que su lema favorito es “nada es para siempre”. Le resulta un pensamiento reconfortante porque es una realidad ineludible y, particularmente en tiempos difíciles, es útil recordar que todo pasará. También reflexionó sobre su relación con su abuela, a quien era muy cercana.

Muñoz rememoró: “Una de las cosas que recuerdo de mi abuela [es que] de alguna forma la palabra eternidad surgía [a menudo]… especialmente en referencia a la religión. Entonces, yo sentía curiosidad… ‘¿Qué es la eternidad?’, le preguntaba. Y a ella le gustaba enseñar con el ejemplo, así que me llevó afuera y dijo: ‘Mira el cielo, ¿ves un final? Eso es la eternidad’”.

Sentada allí, en la pequeña mesa cerca de la cocina en su estudio, comiendo galletas de mantequilla de las Girl Scout, mi mente regresó a Los Brillantes. Todo estaba ahí… la comunidad, el cosmos, los artistas emergentes, Muñoz de niña mirando la eternidad con su abuela, Muñoz como abuela pensando en su nieto (cuyo nombre es Sky, cielo en inglés). Su obra, como la vida, está llena de capas de experiencia y significado, y es tanto ligera como pesada, tanto cómica como tocada por el dolor, un empujón amoroso y juguetón.

2 comments

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2 comments

Gaspar Enriquez May 24, 2024 - 13:50

Excellent piece on Celia work and life Jessica. I have been friends with Celia for a long long time and I still remember her as ” her and She” other then that your writing on her is Celia and I’m glad you had time to spend with her and find out what an exceptional person and Artist she is. Thank you.

Reply
Celia Munoz June 11, 2024 - 11:53

Big thanks for the translation to Jessica Fuentes’ wonderful essay!

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