Editor’s note: This article is also published in English on Glasstire. Find that here.
Nota del editor: Este artículo se publicó originalmente en inglés en Glasstire el 7 de mayo del 2024.
Traducción de Yolanda Fauvet y Paulina H. Marroquín.
¿Qué es el surrealismo? Incluso aquellos ajenos al mundo del arte tienen alguna idea de lo que abarca esta palabra, frase o movimiento, en parte porque ha estado intrínsecamente vinculada con Salvador Dalí. La palabra evoca imágenes de relojes derritiéndose, hormigas marchando, figuras con cajones de armario abriéndose en mitad de sus cuerpos y paisajes desolados. Muchas personas identificarían visualmente el surrealismo como un imaginario onírico pintado en un estilo realista, sin embargo, el corazón del movimiento era más que eso.
No soy una experta en surrealismo; como educadora de arte (no historiadora del arte) que ha trabajado en escuelas, museos y educación superior, mi conocimiento de historia del arte es amplio, pero no siempre profundo. Sin embargo, como estudiante incesante, cuando me encuentro frente a preguntas sobre arte estoy más que feliz de sumergirme un poco más. En 1924, dos grupos surrealistas, uno encabezado por Yvan Goll y el otro por André Breton, publicaron manifiestos surrealistas con pocas semanas de diferencia. El concepto de surrealismo de Breton (una medida contra la apatía del movimiento dadaísta, un rechazo del pensamiento racional como forma de derrocar las reglas y normas sociales opresivas, un llamado a la liberación de la imaginación propia) ganaría al final. La visión de Goll del surrealismo estaba basada en la realidad y criticaba las ideas de Breton argumentando que “el mecanismo psíquico basado en el sueño y en el juego aleatorio de pensamiento nunca tendrá el poder para destruir nuestro organismo físico, lo que nos enseña que la realidad siempre es correcta, que la realidad es más verdadera que el pensamiento”.
Supongo que no es de sorprender que dos puntos de vista opuestos estuvieran intentando comprender el mismo término. Pero, para responder la pregunta ¿qué es el surrealismo?, la historia está con Breton. Y así como la historia de los principios del surrealismo ha pasado desapercibida para mí durante algún tiempo, también lo ha hecho el diálogo surrealista entre el Caribe y Europa. No sabía que Breton fue invitado a hablar ante escritores y artistas en Haití en 1945. Este intercambio global de ideas tiene sentido, especialmente dado que el género del realismo mágico surgió en América Latina en la década de 1940. Aunque los fundamentos del movimiento se remontan a más de 100 años atrás y su origen a menudo se marca a finales de la década de los 1910, la curadora María Elena Ortiz nos cuenta una historia más amplia del surrealismo en la exposición Surrealism and Us: Caribbean and African Diasporic Artists since 1940 [El surrealismo y nosotros: Artistas de la diáspora caribeña y africana desde 1940] en el Museo de Arte Moderno de Fort Worth.
Durante un recorrido por la muestra, Ortiz comenzó afirmando que una de las acciones más surrealistas de la historia podría ser el inicio de la Revolución haitiana en 1791, cuando un grupo de personas esclavizadas se levantó contra el dominio colonial francés, convirtiendo al país en el primero en ser fundado por antiguos esclavos. Señaló que el hecho de que un trance durante un ritual vudú inspirara el acto, e incluso el pensamiento de los revolucionarios que salía de las limitaciones sociales que los constreñían, fue por sí solo surrealista. El pensamiento imaginativo como una forma de reconsiderar el lugar de cada uno en el mundo y romper con regímenes opresivos es el principal hilo conductor de la exposición. Ortiz reúne obras de artistas caribeños y negros en la intersección de la estética caribeña, el afrofuturismo y el afrosurrealismo.Aunque Surrealism and Us no está organizada necesariamente de forma cronológica, la primera galería principal alberga algunas de las obras más tempranas de la exposición. Muchas de las piezas en esta sección nunca las había visto o eran de artistas de los que no había escuchado, pero claramente encajan en una conversación global. Ni hablar del peluquín (No Use to Talk about the Little Wig…) de Cossette Zeno, compuesta por formas amorfas de color melocotón con mechones de cabello, me recordó a la taza de té cubierta de pelaje de Meret Oppenheim. Las formas a la vez angulares y orgánicas de Figura de Rafael Ferrer y Pas de Deux (Amanecer) de Luis Maisonet Crespo tienen reminiscencia de las esculturas y grabados de Joan Miró. Y el imaginario de obras como Macanda de Hector Hyppolite, que retrata a una figura que yace rodeada de velas atendidas por criaturas místicas, me recuerda a los exvotos y retablos mexicanos y peruanos, que a menudo retratan a personas que se han recuperado de alguna enfermedad.
Sentí una incomodidad por considerar estas obras en relación con el canon artístico más tradicional. ¿El acto de conectar las piezas estaba restando originalidad al trabajo en la exposición? ¿Estaba luchando por liberarme de las restricciones de mi propia educación y experiencia? ¿O es algo perfectamente válido que todos hacemos? Como parte del aprendizaje, ¿todos nosotros conectamos inevitablemente las cosas nuevas que vemos con lo que nos es familiar y conocido? Creo que esto último es cierto, aunque sigue siendo importante ser conscientes de esta tendencia, especialmente en lo que respecta a la exploración de piezas de artistas negros y otros artistas históricamente marginados.
Al entrar en las siguientes secciones y ver obras de artistas como Emory Douglas, Ana Mendieta, Kerry James Marshall, Kara Walker y Nick Cave, me pregunté cómo se sentirían estos artistas de que su obra fuera considerada surrealista. En especial pensé en Frida Kahlo, quien no está en la muestra, pero rechazaba rotundamente la etiqueta. Se le cita diciendo: “Algunos críticos han tratado de clasificarme como surrealista, pero no me considero como tal […] Odio el Surrealismo. Me parece una manifestación decadente del arte burgués […]” y “Nunca pinté mis sueños, pinté mi propia realidad”.
Hablé con Ortiz sobre esto y le pregunté cuál fue su pensamiento a través de estos conflictos potenciales. Señaló que en Cuba y Haití se respiraban sentimientos similares, y ambos países tenían sus propios términos, como le réalisme merveilleux. Ortiz también explicó que: “Por supuesto que siempre estaremos ajustando nuestra relación con el colonialismo o la influencia occidentales, y siempre estaremos cavilando las preguntas ‘¿queremos asimilarnos? ¿somos simplemente personas pasivas que están realmente colonizadas o somos agentes activos que se están nombrando a sí mismos?’”.
Ortiz continúo diciendo: “Estoy usando [el término] surrealista porque estoy refiriéndome a una conversación mundial. Me gusta pensar que Breton no acabó en Martinica por casualidad. Las relaciones coloniales que sucedieron en América también afectaron a Occidente… Es importante para todos nosotros pensar en el impacto que tenemos unos en otros”.
Aprecio la visión de Ortiz sobre esto y la organización de una exposición como una manera de considerar obras de artistas contemporáneos a través de una nueva lente. A lo largo de Surrealism and Us, Ortiz ha tomado numerosas oportunidades para crear pequeñas viñetas que dan al trabajo individual de los artistas un espacio para destacarse y brillar de una manera que las instalaciones de galerías más tradicionales no permiten. El primero de estos espacios fue una sala creada con paredes temporales que presentaba la instalación de una gran proyección y una pequeña pintura enmarcada de Kara Walker junto con Five Poems [Cinco poemas] de Toni Morrison, que fue una colaboración que contaba con obras de Walker. Recuerdo la primera vez que vi la obra de Walker en persona: fue una retrospectiva titulada My Complement, My Enemy, My Oppressor, My Love [Mi complemento, mi enemigo, mi opresor, mi amor], en el Museo de Arte Moderno en el 2008, que fue radical en aquel tiempo para Fort Worth (una ciudad conservadora en un estado conservador). El trabajo de Walker es por naturaleza discordante. Me sorprendió que las siluetas y las sombras pudieran tener un efecto tan asombroso.
Darkytown Rebellion [Rebelión de la ciudad negra] fue poderosa la primera vez que la vi, pero al estar exhibida en una exposición completa de narrativas y visuales similares, los detalles específicos se perdieron en mi memoria. Al volver a visitar la obra en Surrealism and Us, pensé inmediatamente en la Revolución haitiana que Ortiz mencionó antes de mi recorrido por la exposición. No estaba tan atrapada en la violencia de la obra como lo había estado antes (aunque es una sensación ineludible), más bien, consideré la idea de la liberación, las duras realidades de lo que se necesita para estar dispuesto a arriesgarlo todo por la oportunidad de tener verdadera libertad. El aspecto de la proyección fue particularmente poderoso cuando me paré contra una pared de la habitación y observé a otros visitantes caminar frente a la luz, arrojando sus sombras junto a la brutal escena. Pensé en lo que Ortiz había dicho, cómo tenemos impacto en los otros, y reflexioné sobre cómo todos somos parte de una historia más larga cuyos efectos se desdoblan a lo largo de nuestra actual sociedad.
Otro espacio significativo de la exposición es una instalación realizada por el dúo de hermanos y artistas Elliot y Erick Jiménez. En sus inquietantes fotografías se encuentra una figura negra con ojos penetrantes que escudriñan al espectador y un brazo pálido que se estira hacia la escena y que pertenece a una figura que de otro modo estaría fuera de cámara. Estas cuatro imágenes, todas de un tono azul intenso, están impresas sobre lienzos y cuelgan en un cuarto azul. Cada marco hecho a la medida incluye un estante delgado que soporta dos velas azules. Los hermanos se refieren a los sujetos de las imágenes como “figuras de sombras que representan a deidades afrocubanas”, y hay una cualidad de otro mundo en las obras que es llamativa y apacible. El título de la obra insinúa capas de interacción y aceptación de una relación complicada, el acto de ir más allá de la aceptación hacia la independencia. De nuevo emerge la idea de cómo dos entidades aparentemente adversas pueden, y quizá deben, unirse debido a la interconexión de todas las cosas. Otras viñetas visualmente impactantes incluyen los nichos para Soundsuit [Traje de sonido] de Nick Cave y La Jablesse de Zak Ové. Aunque sabía que los trajes sonoros de Cave fueron creados por primera vez en respuesta a la paliza que oficiales de la policía de Los Ángeles acometieron contra Rodney King en 1991, siempre había pensado en esas obras solamente en el reino del arte performance: hermosas piezas que a menudo cobran vida a través de la activación y que funcionan como escudos que ocultan la identidad de una persona. Nunca había considerado estas piezas como obras surrealistas, lo que a la luz de esta exposición se siente como una omisión obvia dada la historia de las artes performáticas del movimiento. Además de lo surreal en términos visuales de los trajes sonoros, está la conexión más profunda con el pensamiento fantástico e imaginativo como una manera de contrarrestar la opresión. De manera similar, en lugar de un artículo apto para vestir, Ové, un artista que no conocía, ha creado una figura mística. La Jablesse, construida con madera de deriva, cuerdas, conchas y otros elementos, parece nacer del mar y tiene una presencia regia. Situada en un rellano sobre Kind of Blue [Una especie de tristeza] de Jenny Holzer, una pieza de la colección permanente del museo, la escultura está bañada de una luz azul, lo que la hace conversar con la instalación de los hermanos Jiménez. Surrealism and Us también presenta dos obras en video: Love is the message, the message is Death [El amor es el mensaje, el mensaje es la muerte] de Arthur Jafa y An Ecstatic Experience [Una experiencia extática] de Ja’Tovia Gary. Las obras fueron realizadas con un año de diferencia entre sí y ambas utilizan una estética de collage a partir de videos encontrados. Conocía la obra de Jafa pues la había visto en el Museo de Arte de Dallas en el 2017. Fue la primera vez que lloré frente a una obra de arte. Esta pieza increíblemente poderosa es una mirada crítica a la experiencia de las personas negras en Estados Unidos. Aunque incluye momentos de alegría y destaca a personas negras importantes y exitosas, también llama la atención sobre la forma en la que son vistas y tratadas por la sociedad. En particular ilustra que, en Estados Unidos, la cultura y las personas negras a menudo son vistas y valoradas como entretenimiento y al mismo tiempo deshumanizadas para cometer o justificar la violencia contra ellas. La combinación de estas escenas diversas, yuxtapuestas con videos del Sol y el fondo musical de “Ultralight Beam” de Kanye West, subraya la realidad en lo que podría sentirse irreal o de otro mundo para personas que no experimentan ni consideran activamente las realidades de la vida negra en Estados Unidos. La obra en video de Gary del 2015 está casi al final de la exposición. Como la pieza de Jafa, usa metraje encontrado, pero Gary añade al trabajo alterando el metraje con simples adiciones animadas a cada fotograma. La cinta combina escenas de una actuación de Ruby Dee, quien interpreta a una mujer que narra la autoliberación de su madre de la esclavitud, con una entrevista de Assata Shakur y videos de las protestas de Black Lives Matter en Baltimore. An Ecstatic Experience une una historia de resiliencia y levantamiento, y añade perspectiva con estas protestas antirracistas, que recibieron tantas reacciones negativas en aquel momento.Al reflexionar ahora sobre la exposición, después de haberla visto tres veces en los últimos dos meses, mi mente vuelve a mi primera pregunta: ¿Qué es el surrealismo? Pero creo que la pregunta más importante que quizá estuvo ahí todo el tiempo y que esta exposición enmarca es ¿por qué el surrealismo sigue siendo relevante hoy? El título Surrealism and Us proviene del ensayo homónimo de Suzanne Césaire de 1943, que describe el alcance del movimiento veinte años después de la publicación del manifiesto de Breton y reclama un surrealismo martinicano que revolucione las culturas y las artes negras. Ese mismo año, Martinica se convirtió en una de las últimas colonias francesas en desertar del gobierno de la Francia ocupada por los nazis y unirse al movimiento de la Francia Libre.
A medida que el clima político en Estados Unidos continúa fracturándose, me pregunto cómo saldremos algún día del lío, o líos, en el que nos encontramos. Me cuesta imaginar un camino a seguir. Surrealism and Us es increíblemente actual y la muestra en su conjunto, como el video de Gary, me recuerda la larga historia y lucha por la liberación. Al mismo tiempo, la muestra brinda inspiración que podemos y debemos trasladar hacia un nuevo futuro inimaginable, y argumenta que quizá sean los artistas y escritores quienes ayudarán al resto de la sociedad a visualizar y hacer realidad el camino por delante.
Surrealism and Us: Caribbean and African Diasporic Artists Since 1940 está en exhibición en el Museo de Arte Moderno de Fort Worth hasta el 28 de julio del 2024.