El Álamo, la independencia de Texas y la raza

by Ruben C. Cordova April 6, 2019
Luis Valderas, The Confederate States of La Muerte (Death) (Los Estados Confederados de La Muerte), 2018

Luis Valderas (n. 1966), The Confederate States of La Muerte (Death) (Los Estados Confederados de La Muerte), 2018, acrílico sobre papel de trapos de algodón, 137.2 x 91.4 cm, colección del artista. Foto por Ruben C. Cordova.

Editor’s note: This is a translation of Dr. Ruben Cordova’s essay The Alamo, Texas Independence, and Race, also published on April 6, 2019. To read this article in English, please go here.

Traducción del inglés de Yolanda Chichester Fauvet. *Todas las notas al pie y las traducciones de las citas son de la traductora para esta publicación.

La Misión de El Álamo a menudo se denomina “la cuna de la libertad de Texas”. Tal frase desprecia y erradica las experiencias de la gente de color. A continuación, este op-ed  [*1] examina el simbolismo de El Álamo y la independencia de Texas desde la perspectiva de las personas de color.

Texas y la esclavitud basada en la raza

Ninguna persona ajena a Texas entendía lo que la rebelión ponía en riesgo tanto como el cuáquero abolicionista Benjamin F. Lundy. En 1836 declaró que los que participaban en el comercio de esclavos juntos con los especuladores de tierra se empeñaban en arrancar Texas de las manos de México “para poder restablecer EL SISTEMA DE ESCLAVITUD; abrir un vasto y productivo MERCADO DE ESCLAVOS en el estado; y, en definitiva, anexarlo a los Estados Unidos”. Lundy también predijo que la anexión acabaría en una sucesión: “[…] los que luchan por la unión de Texas a los Estados Unidos […]  lucharán por aquello que, en poco tiempo, inevitablemente DISOLVERÁ LA UNIÓN DEL NORTE […] pronto cortarán los lazos federales que han sostenido durante mucho tiempo con un apretón de manos ingrato e inhóspito, y confederarán una nueva y distinta república esclavista en oposición a toda la república del Norte libre”. Lundy también presagió una matanza enorme: “[…] correrán torrentes de sangre, ¡y la tierra se empapará con su derrame carmesí!”

Era profético. Después de la guerra de independencia de Texas (1835-1836) –que resultó en la creación de la república de Texas con base en la esclavitud–, la anexión de Texas a los Estados Unidos sucedió en diciembre de 1845, y así Texas se estableció como un estado esclavista sin fronteras fijas. Además, la anexión sirvió como una estratagema que facilitó a los Estados Unidos provocar la intervención estadounidense en México en 1846. Al final de esa guerra, los Estados Unidos se apoderaron de tierra mexicana que llegaba hasta el Océano Pacífico. La discordia que resultó del proceso de anexión de Texas y el conflicto por permitir la esclavitud en los otros territorios mexicanos, los cuáles estaban bajo el poder de los Estados Unidos, ocasionaron la guerra civil estadounidense. Fue la guerra más sangrienta en toda la historia del país, e incluso la iglesia de El Álamo fue utilizada como un mercado de esclavos.

Raul Servin, Olvídate de El Álamo (Forget the Alamo) #1, 2001

Raul Servin (n. 1946), Olvídate de El Álamo (Forget the Alamo) #1, 2001, acrílico sobre lienzo, 40.6 x 50.8 cm, colección del artista. Foto por Ruben C. Cordova.

El historiador Andrew J. Torget denomina la república de Texas un “ensayo general” para los Estados Confederados de América. En 1821 en el estado mexicano de Coahuila y Tejas, Stephen F. Austin, “el padre de Texas”, empezó a edificar un sistema que imitaba un estado esclavista. De ahí nació la meta de establecer en ese lugar un estado esclavista real.

Por cada persona esclavizada que los colonizadores trajeran con ellos, Austin los premiaba con 50 acres adicionales (premio que pronto aumentó a 80 acres). Los asentamientos de Austin se basaban en la esclavitud. Asimismo, los reglamentos que gobernaban a los colonizadores se basaban en las leyes de los estados esclavistas y salvaguardaban esa institución: era ilegal albergar a esclavos que se habían escapado, un hombre blanco estaba obligado a azotar a una persona esclavizada si la encontraba fuera de casa sin permiso, etcétera. En una carta famosa escrita el 30 de marzo de 1833, Austin declaró: “Texas tiene que ser un país con esclavitud. Las circunstancias y la necesidad ineludible lo exigen”. Por supuesto, esta había sido la intención de Austin desde el principio. El comercio de algodón estaba creciendo, y la esclavitud basada en la raza era la manera más eficiente de generar enorme riqueza personal en esta fértil tierra mexicana. La cruel coerción, tanto física como psicológica, forzaba a la gente esclavizada a trabajar con más esfuerzo y por más tiempo de lo que cualquier persona libre trabajaría. Además, la gente esclavizada y sus hijos podían ser alquilados o vendidos como si fueran ganado. Estos esfuerzos se hicieron para asegurar que las personas con ascendencia africana permanecieran esclavizadas para toda la eternidad de tal modo que no había lugar para la esperanza de poder obtener su libertad algún día. 

Si es que no se ignoraban los varios intentos de México para eliminar o restringir la esclavitud basada en la raza, la aristocracia texana a menudo los reprimía y entorpecía a través de la complicidad y la contribución material, ya que también favorecía a la esclavitud. El compromiso que los colonizadores angloamericanos tenían con la esclavitud causaba conflicto continuo con México. Inversionistas, especuladores y colonizadores querían conseguir la independencia y la anexión, dos sucesos necesarios para poder salvaguardar la institución de la esclavitud y el dinero que habían invertido en ella.  Sin el respaldo de la independencia, las escrituras de propiedad que tenían en su posesión o que intercambiaban se volverían inútiles. Además, sin la garantía de la inmigración angloamericana, los compradores de tierra no podrían apoderarse de los terrenos por los que habían pagado o que tenían la posibilidad de comprar. Asimismo, sin la anexión no existía la seguridad de que México no reclamara a Texas de vuelta. En efecto, los funcionarios “texians” [*2] se esforzaron en instaurar una legislación que les permitiera salvaguardar la esclavitud y restringir los derechos de la gente negra y la gente mestiza en la república de Texas venidera, aún cuando no habían declarado todavía su independencia.

El presidente Andrew Jackson, junto con casi todos aquellos que tenían poder en el sur de los Estados Unidos, quería que Texas fuera un estado esclavista, particularmente por su proximidad al estado de Nueva Orleans. El país se estaba convirtiendo en una nación cada vez más polarizada, y Jackson buscaba fortalecer el poder que tenían las partes que apoyaban la esclavitud. Estaba dispuesto a utilizar casi cualquier medio para lograrlo, pero también necesitaba ocultar su apoyo a la esclavitud para no obviar la violación de tratados internacionales que cometía con ello. Jackson tenía mayores ambiciones: quería apoderarse del estado de California también.

El final de la guerra civil estadounidense ocasionó la emancipación de un estimado 250,000 personas negras esclavizadas en Texas. Sin embargo, se perpetuaban condiciones similares a la esclavitud a través de lo que el historiador Douglas A. Blackmon llama “la esclavitud con otro nombre”. Un ejemplo de esto es la costumbre de arrestar a los negros por delitos menores y después obligarlos a trabajar en las plantaciones; esta práctica continuó sucediendo hasta la Segunda Guerra Mundial.

El historiador Quintard Taylor apunta que durante el próximo siglo los blancos mataron a los negros por celebrar su emancipación, por negarse a quitarse el sombrero cuando pasaban los blancos, por no dejar que los azotaran, por dirigirse a un hombre blanco de la manera inadecuada y ‘solo para verlos estirar la pata’. Por ejemplo, el sheriff del condado de Dewitt fusiló a un hombre negro por silbar la canción “Yankee Doodle” [*3]. Las vidas de la gente negra fueron tan menospreciadas debido a la esclavitud que el uso de la fuerza letal contra la gente de color es uno de sus legados más perdurables. Asimismo, el linchamiento –una forma de opresión de grupos terroristas como el Ku Klux Klan–, la segregación y otra gran cantidad de prácticas discriminatorias son el legado de la esclavitud y de la batalla de El Álamo en 1836, que proporcionó el grito unificador de la rebelión en contra de México y a favor de la esclavitud.

Ángel Rodríguez-Díaz , Antifaz: Forget the Alamo. Yellow Rose (Antifaz: olvida El Álamo. Rosa amarilla), 2004

Ángel Rodríguez-Díaz (n. 1955), Antifaz: Forget the Alamo. Yellow Rose (Antifaz: olvida El Álamo. Rosa amarilla), 2004, acrílico y óleo sobre lienzo, 100.3 x 152.4 cm, colección del Dr. Raphael y Sandra Guerra. Foto por Ruben C. Cordova.

Texas y los mexicanos

La manera en que se ha conmemorado la batalla de El Álamo de 1836 parece perpetuar la venganza contra los mexicanos y sus descendientes, y así facilitó a que se avivara una rama de darwinismo social particularmente virulenta con sentimientos en contra de México. Texas fue el crisol para el surgimiento de una identidad anglosajona de carácter racial que consideraba el dominio como su destino especial. En 1845 en una discusión sobre la anexión de Texas a los Estados Unidos, se acuñó el término “destino manifiesto”, el acto que precipitó la intervención estadounidense en México. Ulysses S. Grant sirvió en esa guerra, y la determinó como “una de las guerras más injustas que se ha peleado”. También consideró que la guerra civil estadounidense era una consecuencia de –y un castigo por– la intervención estadounidense en México.

Mari Hernandez, Manifest Destiny (Destino manifiesto), 2016

Mari Hernandez (n. 1979), Manifest Destiny (Destino manifiesto), 2016, fotografía, 45.7 x 30.5 cm, colección de la artista. Foto cortesía de la artista.

En una carta que le escribió a su hermano en su primer viaje a México durante el periodo de 1822 a 1823, Stephen F. Austin reveló una pésima opinión sobre los mexicanos: “la mayoría de las personas de toda la nación, por lo visto, no necesitan nada más que colas para ser más brutos que los monos”. En otra carta al senador L. F. Linn de Missouri fechada el 4 de mayo de 1836, Austin declaró: “Una guerra de exterminio está avivándose en Texas. Es una guerra de la barbarie y los principios déspotas, iniciada por los despreciables mestizos y la raza negra en contra de la raza angloamericana […] los indios, los mexicanos y los renegados: todos mestizos y todos enemigos naturales de los hombres blancos y de la civilización”. Prejuicios como esos probablemente influenciaron el deseo de Austin de liberarse de la jurisdicción mexicana.  En 1834 el periódico New Orleans Bee publicó una carta escrita por los “texians” con esta descripción de los mexicanos: “[…] degradada y vil, la desgraciada raza de españoles, indios y africanos está tan mezclada que predominan los peores atributos de cada una de ellas”. David G. Burnet, quien sirvió como el presidente provisional del gobierno revolucionario de Texas, señaló que “la absoluta desemejanza” entre los angloamericanos y “la raza mestiza de españoles degenerados e indios más depravados que ellos” era la causa subyacente de la rebelión de Texas.

Los propagandistas “texians” demonizaban a los mexicanos, pero los historiadores modernos han refutado la propaganda que había justificado la rebelión. El historiador Frederick Merk subraya: “La explicación de […] que el levantamiento fue en contra de la tiranía mexicana es infundada […] incluso los historiadores de Texas hoy en día están de acuerdo en que el gobierno mexicano no había sido cruel ni opresivo”.  Asimismo, el historiador Paul D. Lack declara: “La gente de Texas había recibido mucho del gobierno de México y no había sido maltratada. […] Rara vez el toque de la mano gobernante se ha sentido tan ligera como se sintió en Texas en el periodo de 1821 a 1835”. De igual modo, la historiadora Josefina Zoraida Vázquez observa: “Ningún grupo en México había recibido tantos privilegios como los texanos, porque el gobierno estaba decidido a hacer todo lo posible para que funcionara la colonización”.

El 25 de mayo de 1836 en la Cámara de Representantes, John Quincy Adams planteó esta pregunta racial con un tono retórico: “¿Usted, un anglosajón y exterminador de los indios, no odia de todo corazón al mexicano-español-indio que emancipó a esclavos y abolió la esclavitud?” Incluso un experto como James E. Crisp, que resta importancia al papel del conflicto racial en la rebelión en contra de México, reconoce que “las medidas de opresión más graves en Texas no se tomaron antes de 1836 sino después” y que “El Álamo se convirtió en un martillo para azotar a los mexicoamericanos en Texas”.

Felipe Reyes, Sacred Conflict (Conflicto sagrado), c. 1971

Felipe Reyes (n. 1944), Sacred Conflict (Conflicto sagrado), c. 1971, acrílico sobre lienzo, 61 x 91.4 cm, colección privada. Foto por Ruben C. Cordova.

Según Anson Jones, el último presidente de la república de Texas, las ambiciones imperiales del presidente Andrew Jackson se extendían mucho más allá de Texas: Jackson urdió una conspiración para apropiarse del territorio mexicano hasta la bahía de San Francisco. La conspiración requería que el general Sam Houston se retirara hasta que pudiera atraer al general mexicano Santa Anna a través del río Neches a tierra que los Estados Unidos luego podrían proclamar falsamente como territorio suyo. Ahí las fuerzas militares estadounidenses se enfrentarían con el ejército mexicano, y así proporcionarían un fundamento para una declaración de guerra: la postura de que “sangre estadounidense se había derramado en su propia tierra”. Entonces, cuando el ejército del general Houston se negó a retirarse y triunfó en San Jacinto en 1836, Jackson perdió la oportunidad de entablar una guerra más ambiciosa. No obstante, su protegido, el presidente James K. Polk, utilizó esta narrativa para provocar la intervención estadounidense en México en 1846 y apropiarse de su premio triunfal: la región que hoy llamamos el suroeste de los Estados Unidos.

La historiadora Amy S. Greenberg observa que varios de los soldados de la intervención estadounidense en México se habían “entusiasmado con cuentos del heroísmo de Texas y los mártires de El Álamo”. La enemistad que los soldados voluntarios tenían hacia los mexicanos era tan grande que particularmente ellos cometieron numerosas atrocidades contra los civiles, inclusive violaciones, asesinatos y robos. 

Texas a menudo se sentía como una zona de guerra también, dado que los residentes que originalmente eran ciudadanos de México fueron tratados como enemigos internos. Muchos de ellos fueron asesinados.  También fueron desalojados y empujados a exiliarse en México, incluyendo a Juan Seguín, quien había sido ejemplar en su servicio a Texas y la causa de la esclavitud, e incluso había cazado a esclavos que escaparon después de la batalla de San Jacinto.

Kristel A. Orta-Puente, Heroes of Texas Slavery Series-The Hunter [Juan Seguin] (Serie de los héroes de la esclavitud de Texas - El cazador [Juan Seguín]), 2018

Kristel A. Orta-Puente, Heroes of Texas Slavery Series-The Hunter [Juan Seguin] (Serie de los héroes de la esclavitud de Texas – El cazador [Juan Seguín]), 2018, impresión digital, 35.6 x 28 cm, colección de la artista. Foto cortesía de la artista.

El historiador David Montejano apunta que la frase “recuerda El Álamo” se volvió “la esencia de las celebraciones en Texas” de manera que representa a los mexicanos como “enemigos subyugados”, una situación que convierte la posibilidad de equidad en una noción “absurda”. El legado de la frase también lleva detrás la gran frecuencia del linchamiento y otras ejecuciones extrajudiciales, la segregación, la discriminación y la negación de los derechos civiles en Texas. Asimismo, la reportera Suzanne Gamboa apunta: “La lucha de los texanos con ascendencia mexicana ha sido tan grande que el estado se ha vuelto el lugar de origen de varios grupos de derechos civiles latinoamericanos”. Además, la autora Rebecca Onion señala que, mientras que las razones de los grupos extremistas para linchar a víctimas negras eran acusaciones de “violencia sexual” (o uno podría añadir el simple interés por mujeres blancas), las razones que a menudo daban para atacar a los mexicanos en los Estados Unidos eran acusaciones de “asesinatos o delitos contra la propiedad […] lo que a veces se llamaba ‘bandolerismo’ “.

Texas y los indígenas de Norteamérica

La ciudad de San Antonio se originó como parte del sistema de las misiones españolas y tuvo su origen cuando se estableció la Misión de San Antonio de Valero en 1718, que hoy en día se conoce como El Álamo. El sistema fue diseñado para convertir y colonizar a los pueblos indígenas pero fracasó, y el proceso de desmantelarlo empezó a fines de los años 1700.

Daniela Riojas, We Built It, We Will Dismantle It (Lo construimos, lo desmantelaremos), 2018

Daniela Riojas (n. 1989), We Built It, We Will Dismantle It (Lo construimos, lo desmantelaremos), 2018, fotografía, 50.8 x 40.6 cm, colección de la artista. Foto cortesía de la artista.

La enorme demanda de caballos en la industria del algodón provocó incursiones cada vez más violentas en el norte de México por las tribus nativas de Norteamérica, dado que intercambiaban los caballos por rifles. En un discurso en 1836 Stephen F. Austin dijo que “Texas era una tierra salvaje, el hogar de los comanches primitivos y errantes” y que la justificación de la colonización angloamericana era para “restringir a estos salvajes y subyugarlos”. Austin supervisó la erradicación de varias tribus nativas para poder colonizar las tierras que habían poseído.

Aunque Sam Houston, el primer presidente de la república de Texas, tenía una política conciliadora hacia los indígenas de Norteamérica, prevalecieron las opiniones antitéticas de Mirabeau B. Lamar, el segundo presidente de la república. Lamar bloqueó la aprobación de los tratados internacionales que Houston había elaborado. En 1839 Lamar exigió la “expulsión absoluta” de la “raza bárbara” de Texas. También insistió en que: “El hombre blanco y el hombre rojo no podían vivir juntos en armonía. La naturaleza lo prohíbe”. Así que la presidencia de Lamar fue, en esencia, una cruzada en contra de los indígenas de Norteamérica con el objetivo de matar o expulsar a todos de ellos. Expandió los Rangers de Texas, una agencia nacional de seguridad, y gastó 2.5 millones de dólares en guerras contra los indígenas, un monto que superó el costo de obtener la independencia de México. También se formaron grupos de milicias para expulsar a los pueblos indígenas de Texas. En 1836 en un discurso en contra de la anexión, John Quincy Adams exclamó: “¿No han tenido indios suficientes para expulsar de la tierra de los sepulcros de sus padres y para exterminar?”

La inmigración a Texas había aumentado antes de la guerra civil, y trajo con ella enfermedades que probablemente mataron a la mitad de los comanches de la región. Se bloquearon los intentos del gobierno federal de los Estados Unidos de establecer tratados internacionales de paz a causa de que Texas se negaba a ceder tierras públicas para las reservas de las tribus norteamericanas. Después de la guerra civil, el ejército estadounidense acabó de subyugar a los indígenas de las grandes llanuras al sur del valle del río Arkansas. Esto se logró a largo plazo mediante la táctica militar de tierra quemada, que consistió en eliminar al búfalo, matar los caballos capturados y quemar los pueblos de los indígenas. El autor George Klos señala que hoy en día, a pesar de que se han identificado cientos de grupos indígenas en Texas, el estado solo tiene tres reservas para las tribus norteamericanas, “pobladas, irónicamente, por indios que emigraron a Texas después de la colonización europea de América”.

El erudito Roger G. Kennedy define el imperialismo del algodón como el algodón producido para los mercados internacionales por los negros esclavizados y, a menudo, en tierras donde los pueblos indígenas fueron erradicados o desplazados (y en el contexto de Texas uno podría añadir en tierra apropiada de México). Kennedy concluye: “En 1865 el imperialismo del algodón llegó a su cenit y al final de su camino en Texas”.

Laura Varela, foto del rodaje de Enlight-Tents (El Campamento de las Luces), 2009

Laura Varela (n. 1971), foto del rodaje de Enlight-Tents (El Campamento de las Luces), 2009, un video documental de Enlight-Tents (El Campamento de las Luces), una instalación de arte público por Vaago Weiland (n. 1966) y Laura Varela para el festival nocturno Luminaria Arts Night en El Álamo, San Antonio, Texas, el 14 de marzo de 2009.

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Ruben C. Cordova es un curador e historiador de arte. Este op-ed resume algunos de los argumentos representados en el catálogo de la exhibición “The Other Side of the Alamo: Art Against the Myth” (El otro lado de El Álamo: arte en contra del mito), que tuvo lugar en el centro cultural Guadalupe Cultural Arts Center en San Antonio en 2018 y fue financiado por la fundación Andy Warhol Foundation for the Visual Arts. Las ilustraciones representadas en esta publicación fueron parte de la misma exhibición. Actualmente, el Dr. Cordova está organizando otra exposición sobre El Álamo que se exhibirá en el centro cultural Esperanza Peace and Justice Center en San Antonio en 2020.

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Todas las notas al pie y las traducciones de las citas:

 [*1] Op-ed, corto para “opuesto a la página editorial”, es un artículo de opinión que expresa las ideas del autor, quien usualmente no está afiliado al comité editorial de la publicación. 

[*2] El término “texian” (a diferencia de “texan”) hace referencia a los colonizadores anglosajones de Texas, especialmente los que apoyaban la independencia de Texas.

[*3]”Yankee Doodle es una canción que hoy en día es una referencia patriótica de los Estados Unidos, aunque comenzó en la época prerrevolucionaria como una canción cantada por los oficiales británicos para burlarse de los colonizadores “yanquis”. 

 

 

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