Editor’s note: This article is also published in English on Glasstire. Find that here.
Nota del editor: Este artículo se publicó originalmente en inglés en Glasstire el 14 de diciembre del 2022.
Traducción de Yolanda Fauvet y Paulina H. Marroquín.
La exposición One Nation Underground [Una nación bajo tierra] se presenta actualmente en la galería Ruiz-Healy Art en San Antonio, donde la artista textil Consuelo Jimenez Underwood teje una historia de Estados Unidos más grande que sus fronteras, hasta los más pequeños detalles. Con una combinación de técnicas tradicionales del telar y materiales contemporáneos (cinta amarilla de precaución, alambre de púas, seguros de ropa), los textiles conceptuales de Jimenez Underwood son muestra de lo que la artista llama “un sistema de alarma que se dispara en las tierras fronterizas”. Desde pequeños tapices hasta instalaciones que abarcan muros, cada fibra de su obra ayuda a sonar la alarma.
Jimenez Underwood creció en una familia de granjeros migrantes en California y conoció de primera mano los lazos inextricables entre Estados Unidos, México y la presencia indígena en la tierra que precede por muchos años a ambos países. A menudo empleando humor irónico (evidenciado en el título de la exposición, que también es título de una obra a gran escala compuesta de las banderas mexicana y estadounidense que la artista ha cosido juntas), es veloz para señalar cómo las políticas siguen posibilitando e ignorando a la vez los problemas a lo largo de la frontera. De niña, Jimenez Underwood vio a su padre, que era indocumentado en aquel entonces, sufrir numerosas deportaciones, solamente para reunirse después con la familia y retomar su trabajo en los campos de California. A lo largo de la exposición, las referencias a gente indocumentada, plantas e incluso objetos nos hacen reflexionar sobre lo que significa existir en ambos lados de una frontera.
En Mi Oro, Tu Amor (1994), un mapa anticuado de México se extiende hacia arriba a lo que ahora es California del Norte antes de descender hacia el sureste hasta alcanzar a Louisiana y luego bajar hacia el sur hasta llegar a Centroamérica. El mapa colonial está confinado por hebras de púas envueltas en alambre de oro. Si miramos aún más de cerca, encontraremos granos y semillas cosidos a lo largo del tapiz. Jimenez Underwood nota que el virreinato de Nueva España proveyó a Europa de suficiente oro para financiar el Renacimiento, pero el detalle más sutil del mapa sugiere que se requiere algo mucho más pequeño, mucho más simple, para mantener un imperio.
La comida es un elemento recurrente en estas obras, no solo como un conector cultural, sino también como un recordatorio humilde de nuestra necesidad más básica. En American Foods: Corn, Bean, Squash [Comida americana: maíz, fríjol, calabaza] (2019), Jimenez Underwood destaca las “tres hermanas” (conocidas en inglés como The Three Sisters), un pilar de la dieta indígena americana durante siglos que, cuando sembradas juntas, se apoyan y protegen la una a la otra para un cultivo óptimo. Desde lejos las tres piezas tejidas poseen una cierta dureza como de yute, y las completa un diseño de alambre de púas incrustado en el patrón principal. Pero de cerca, pronto se revelan cientos de detalles finos: seda metálica y cordón de piel, cuentas coloridas y un fleco impresionante hecho de seguros de ropa. Cada uno de los tapices horizontales tiene una ruptura vertical casi en su centro, un quiebre dramático unido tenuemente por los seguros.
“Ella ama estos seguros porque se trata de fragilidad. Nuestra fragilidad”, comenta la dueña de la galería, Patricia Ruiz-Healy, mientras admiramos el trío justo antes del montaje. Quizás el atributo más interesante de los tapices es uno que permanece desapercibido: en la parte de atrás de cada uno se encuentra un patrón vívido de algodón que no parece tener relevancia estética con el exterior de la pieza. Un estampado azul de lunares para el maíz, uno morado con libélulas para el frijol y uno rojo con un diseño floral para la calabaza. ¿Por qué? Porque sí, nada más, dice Ruiz-Healy con una sonrisita: “Le encanta adornar, le encanta alegrar las cosas”.
Jimenez Underwood comenzó como una pintora antes de llevar su práctica hacia las tradiciones textiles de sus herencias chicana y huichol. Sus obras tejidas, que se parecen mucho a pinturas, son una declaración de color, cada una cuenta una historia del duelo entre la belleza y la oscuridad. La ternura compensa la adversidad en estas historias y al mismo tiempo regresa continuamente al tema de estar en medio.
La única escultura en la exposición, Undocumented Tortilla Basket [Canasta para tortillas indocumentada] (2008), una canasta sobredimensionada de alambre de púas, crea una disonancia visual evidente. Cada torsión angulosa del acero se ha pintado de rojo y, a pesar de la elegante confección del objeto, es difícil escapar de su brutalidad. Luego está Undocumented Nopal. 2525 AD [Nopal indocumentado. 2525 DC] (2019), un huipil de seda que tiene un tenue contorno acolchado de una penca de nopal. Pequeños mapas serigrafiados de las Américas y siluetas de vírgenes sincréticas rezando aparecen por todas partes, mientras que pedazos de alambre de púas suturan símbolos sagrados y especies nativas a lo largo del paisaje bordado. El destino de este nopal indocumentado, ambientado en un futuro muy lejano, descansa en su resiliencia silenciosa.
“Belleza, gracia y flores apaciguan la ira silenciosa que ha permeado las Américas durante más de 500 años”, Jimenez Underwood escribe en su declaración de artista, palabras que resuenan con toda claridad mientras estoy parada frente a su obra Borders Flowers Flag [Bandera de flores y fronteras] (2008). El tapiz triangular rojo, blanco y azul, los colores tradicionales de la bandera estadounidense, cambia las estrellas por flores representativas de estados y las franjas por trapos de tortillas. Sus tres esquinas son reminiscentes de las tres hermanas, las tres culturas de la frontera y la manera en que se mantienen inextricablemente conectadas.
Ahora, en sus sesenta, Jimenez Underwood vive y trabaja en California del Norte, a unas cuantas horas de la costa donde dio clases de arte durante más de 20 años en la San Jose State University. Últimamente ha estado muy ocupada: la primavera pasada fue galardonada con la Latinx Artist Fellowship de las fundaciones Ford y Mellon, que reconoce a 15 artistas visuales latinx notables que están trabajando en Estados Unidos hoy en día. Además, la artista está presentando One Nation Underground al mismo tiempo que su otra muestra individual, Threads from Border-Landia [Hilos de la Fronteralandia], en la sucursal de Ruiz-Healy Art ubicada en Nueva York.
Le pregunté a la dueña de la galería si había algunas piezas en la muestra de San Antonio que también había considerado para la de Nueva York. Señaló a una pequeña bandera roja, blanca y azul titulada Guns and Stripes [Pistolas y franjas] (2008), donde, de nuevo, las estrellas han sido cambiadas por otra cosa. “Consuelo sintió que esta debería estar en Nueva York, pero sentí que era más para Texas”, dice mientras las dos contemplamos las pistolas blancas tejidas. “Curiosamente, un museo en Nueva York la ha reservado”.
One Nation Underground se presenta hasta el 28 de enero del 2023 en Ruiz-Healy Art en San Antonio.