Editor’s note: This article was published in English on Glasstire on March 24. Find that here.
Traducción de Yolanda Chichester Fauvet
En Glasstire, no todo lo que etiquetamos “reseña” es estrictamente una crítica, y no todo lo que cubrimos es estrictamente “arte”. Dada esa aclaración, tengo el gusto de llamar la atención laudatoria a una exposición encantadora que no es precisamente del mundo del “arte”. Me tocó ver la exposición hace unas semanas en el International Museum of Art & Science (Museo Internacional de Arte & Ciencia) en McAllen, un pueblo en el Valle de Texas del otro lado de la frontera de Reynosa, México. Es ampliamente aceptada, y estará abierta durante la Pascua, el día de las madres y el día de los padres. Así que, si se encuentran en la zona del Valle del Río Grande con su familia y tienen ganas de una excursión apropiada para niños, para padres o para los aficionados de la música, la artesanía y el diseño, esta exposición es para (todos) ustedes.
La exposición (con su título adorablemente ñoño), Sinfonía de colores, es un anuncio bien concebido para una tienda de música famosa, Hermes Music, que ha atendido a sus clientes por más de 30 años en McAllen, Texas, y en la Ciudad de México. La Fundación Hermes Music colaboró con los artesanos wixárikas, también conocidos como huicholes, que habitan el oeste de México y se especializan en trabajos intricados de estambre y chaquira. La exhibición está compuesta de unos 40 instrumentos diversos, incluyendo xilófonos, bajos eléctricos, flautas, bongós e incluso… ¡didyeridús!, todos cubiertos de chaquira con la exquisita destreza única de los huicholes. Las chaquiras, pequeñas cuentas de vidrio puestas inmaculadamente en cera de consistencia suave, crean diseños sensacionales y brotes estelares de colores. Envuelven a los instrumentos en una especie de piel mística con leyendas, abstracciones de flora y fauna, flores celestiales y fascinantes líneas en zigzag. Los estampados e imágenes son tradicionales, juguetones y universalmente seductores. Crean una magnifica armadura de vidrio delicado que protege la madera pulida, el latón curvado y el cuero curtido de los instrumentos. El resultado es algo maravilloso.
En esta parte del mundo, el alcance influyente de los huicholes y su estética es algo que casi se siente, y se vuelve más visceral en esta muestra íntima. Es por eso que estos instrumentos con incrustaciones asombran por ser novedosos y, al mismo tiempo, su calidad familiar es reconfortante. Es extraordinaria la manera en que la exposición une dos cosas dispares: las formas y los mecanismos de instrumentos que has vista toda la vida (y conoces de una manera íntima, quizás, si tocas la guitarra o estuviste en la orquesta escolar o has tocado en una banda) se fusionan con un estilo de estampado que ha llegado a tu consciencia, si no por costumbres o viajes, por una suerte de ósmosis cultural. Atestiguar esta combinación inesperada crea una experiencia prodigiosamente extraña.
La precisión con que acomodan cada chaquira es increíble. Una curadora me dijo que los artesanos huicholes trabajan sin plantillas. Empiezan así nada más, a mano alzada, igual que los grandes músicos de jazz improvisan sobre la escala dórica. Los instrumentos musicales no son los “lienzos” típicos para los huicholes, ya que con las incrustaciones de chaquira se vuelven imposibles de tocar: un violín adornado de chaquira pierde su equilibrio acústico, y si fueras a golpear una campana de mano adornada con la baqueta mandarías pequeñas cuentas de colores a volar por todos lados. Pero es aquí donde entra el segundo y lindo acto de la exposición.
Antes de que los instrumentos musicales cayeran en manos de los artesanos huicholes, músicos grabaron una composición tierna en el que cada instrumento de la exposición participó. Arriba de cada instrumento cuelga una bocina en donde suena su parte musical y se mezcla con las otras partes en el centro de la sala, dando forma a una canción unida. Puedes disfrutar cómo cada parte de los instrumentos de cuerda, de viento y de percusión va y viene, creando un tejido sonoro en el espacio, o puedes caminar por la periferia y escuchar cada parte aislada. Es una canción ligera y rítmica, un poco melancólica en partes e inspiradora en otras, y es pegajosa también. Después de cinco minutos en el espacio, me encontré a mí misma canturreando con la melodía; y tuve la canción pegada el resto del día, incluso después de que había salido a carretera hacia el oeste de regreso a Houston. Esta exposición en el Museo Internacional de Arte & Ciencia fue la última parada de un gratificante recorrido de cuatro días por el Valle: fue la coda perfecta.
Hasta el 30 de junio de 2019 en el International Museum of Art & Science (IMAS) en McAllen, Texas.